El divorcio imposible

Culturas impopulares

Jorge Pech Casanova

Laura Fernández de Arteaga y Mantecón-Pacheco nació en Oaxaca en 1845 y acabó su existencia en la Ciudad de México en 1900. Para su mal, contrajo matrimonio en 1860 con el militar Manuel del Refugio González Flores, nacido en Tamaulipas. Ella tenía quince años de edad; él tenía 27 años y ya era viudo.

Cuando Laura y Manuel se casaron, él militaba en el bando conservador, pero se acogió a la Ley de Amnistía y para 1863 estaba a las órdenes de Porfirio Díaz en la guerra contra el emperador Habsburgo. Una vez fusilado Maximiliano y recobrada la jefatura de la nación, Benito Juárez nombró a Manuel González Gobernador de Palacio Nacional, Comandante Militar del Distrito Federal y Jefe de la Primera División del Ejército.

Bajo Juárez, González Flores pudo haber hecho carrera política porque era diputado, pero prefirió sumarse a la rebelión de La Noria con su compadre Porfirio Díaz. En 1876, cuando Sebastián Lerdo de Tejada estaba a punto de acabar con las fuerzas de Díaz durante la Revolución de Tuxtepec, González Flores llegó a reforzar al rebelde. En la batalla de Tecoac, en Tlaxcala, el general tamaulipeco recibió una herida que obligó a amputarle el brazo derecho, pero su refuerzo decidió el combate a favor de los porfiristas.

Al final del año, cuando Díaz y sus fuerzas entraron triunfantes a la capital de la república, González llevaba la promesa de su compadre para hacerlo Secretario de Guerra y Marina, que el oaxaqueño le hizo efectiva en 1877, al nombrarlo general de división.

Desde su puesto ministerial, González Flores se preparó para suceder a su compadre en la presidencia. En 1880 asumió el mandato y nombró a Díaz secretario de Fomento. Después, lo hizo gobernador de su estado natal.

El general Díaz correspondió a las atenciones de su compadre apoyando las acusaciones de corrupción que Manuel Romero Rubio lanzó contra el presidente. Francisco Bulnes atribuyó tal conducta a que Díaz quiso evitar que González se instalara de por vida en la silla presidencial.

En su mandato, González Flores reanudó relaciones diplomáticas con Inglaterra y Francia, impulsó la creación del Ferrocarril Central Mexicano y dio concesiones para la creación de la primera red de telégrafos en el país.  Además, el tendido de un cable submarino de Veracruz a Tampico y de ahí a Brownsville, permitió a México comunicarse con el mundo.

En 1884 González impuso en todo el país el empleo del sistema métrico decimal y creó el Banco Nacional de México. Debido a que tuvo que pedir un préstamo a Inglaterra para hacer frente a la crisis mundial de ese año y comenzar el pago de la deuda externa, hubo de hacer frente a cuatro días de turbulencia que se conocieron como el motín de la deuda inglesa.

Un año antes, al sustituir las monedas de plata por las de níquel de 1, 2 y 5 centavos, González tuvo que enfrentarse a otro motín que detuvo su carruaje en la calle, pero logró aplacarlo al bajarse del vehículo para encarar a la muchedumbre. Finalmente, González hizo emitir un nuevo Código de Comercio con el que reguló a las instituciones bancarias que se inauguraban por entonces.

Mientras el general lidiaba con la presidencia, tuvo con su joven esposa dos hijos. La vida familiar no le preocupaba gran cosa: eran famosas sus visitas a burdeles, y aun se supo de hijos suyos fuera de matrimonio a los que reconoció. Consta en los archivos de González que tuvo dos hijos con Juana Horn. También tuvo relaciones de pareja con Julia Espinosa, Amalia de la Rosa, Dolores Herrera y “una española”.

Laura Mantecón sufría estas humillaciones y el maltrato físico de su marido. Alojada desde 1878 en una casa ajena, tuvo que esperar a que el general dejara de ser presidente para anteponer ante el juzgado civil una demanda para separarse del mal esposo. Los detalles de este proceso constan en el expediente «Informe producido por la Sra. Laura Mantecón de González ante la tercera sala del Tribunal Superior en el juicio de divorcio que sigue contra su esposo el Sr. General D. Manuel González», impreso en 1886 en la Tipografía de J. Reyes Velasco.

Otro documento de 1886 en que consta el juicio lleva el título «Recurso de Casación interpuesto por la Sra. Doña Laura M. de González contra la sentencia que pronunció la Sala del Tribunal Superior en el juicio de divorcio seguido contra el Sr. General D. Manuel González». La ofendida señora pagó la impresión de ambos testimonios.

Laura, mujer de inusual preparación, tuvo que redactar personalmente su demanda, porque ningún abogado se atrevía a representarla. En su memorial de agravios consta que “presenció actos vergonzosos de su marido con las sirvientas de su casa”. Denunció “los vicios, pasiones y eróticos instintos del marido a quien devoraba el demonio de la lujuria. El general, irascible y de muy mal carácter, era indecente y grosero con ella en la intimidad y en público. La maltrataba y golpeaba causándole lesiones que la obligaron a acudir al médico. La exponía a peligros llevándola o mandándola por caminos difíciles y llenos de bandidos y desertores, en compañía de soldados rasos que no la respetaban”.

En 1884, Manuel González había hecho modificar el Código Civil para perjudicar a las mujeres que tuvieran el atrevimiento de querer defenderse de maridos abusivos. Sin detenerse por eso, Laura Mantecón insistió en divorciarse. González movió sus influencias para correrla de su hogar, quitarle a sus hijos, difamarla e impedirle tener medios de manutención.

La tenaz Laura buscó la intercesión de su hermana, su cuñado y el presidente Díaz, quienes le negaron su ayuda. El juez del caso le dio la razón al mal marido. Laura no se detuvo: siguió reclamando poder reunirse con sus hijos y recibir pensión alimenticia.

Para mantenerse, Laura abrió una escuela elemental en la hoy calle Monte de Piedad, en la Plaza de la Constitución, pero González mandó hostigar a sus profesores. Laura estableció entonces una casa de huéspedes, que las autoridades acosaron. La ofendida decidió irse a Nueva York a estudiar homeopatía, pero al volver a México le negaron el permiso de ejercer. Al fin, se hizo costurera y puso una tienda de ropa femenina.

Los jueces que examinaron el caso de Laura Mantecón se negaron a concederle el divorcio. La acusaron de “enfermedad mental, desórdenes emocionales, celos enfermizos y deseos de venganza”. La dejaron en la ruina. Aunque sus hijos se ofrecieron a ayudarla, ella insistió en exigir que su mal marido cumpliera con sus obligaciones de manutención.

La irreductible señora Mantecón falleció el 14 de diciembre de 1900. Sus restos fueron enterrados en el Panteón Civil de Dolores. Hasta el 29 de diciembre de 1914 el presidente Venustiano Carranza emitió en México la primera Ley de Divorcio. Ésta permitía a mujeres casadas emanciparse de la condición de esclavitud en que las tuviese el cónyuge. Así comenzó a ponerse fin al matrimonio irrevocable.

El primer beneficiario de esa ley fue un hombre, el ingeniero, periodista y político Félix Fulgencio Palavicini Loría, quien el 14 de septiembre de 1915 obtuvo el divorcio de María Piñeiro, a quien acusó de abandonar el hogar familiar en agosto de 1914 para irse con sus tres hijas a vivir con el librero Guillermo Boisson González. La esposa de Palavicini entró en relaciones con Boisson debido a que su esposo huyó en 1912 de la capital mexicana, cuando Victoriano Huerta lo perseguía. En realidad, Palavicini pidió el divorcio para poder unirse a la cubana Belinda Hernández, con quien se había comprometido en Veracruz.

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