DIARIO DE GAZA IV

Ta Megala

Fernando Solana Olivares

Hind Rayab, niña de seis años, huía de Gaza junto con sus tíos y cinco primos cuando el auto en que viajaban fue atacado por tanques israelíes. La metralla mató a todos menos a ella y a su prima Layan de quince, quien al cesar los disparos llamó a los servicios de emergencia palestinos para pedir ayuda.  Dijo que estaban muy cerca de uno de los tanques que habían abierto fuego. De pronto se escucharon gritos de Layan entre descargas de metralla. La llamada se cortó. La Medialuna Roja pudo hacer contacto de nuevo con el número telefónico y esta vez contestó Hind, quien había quedado escondida debajo de los cuerpos sin vida de sus familiares, incluida Layan. Mientras los servicios de auxilio negociaban con las fuerzas ocupantes el permiso de ingreso a la zona para rescatar a la pequeña, un rescatista hablaba con ella intentando tranquilizarla. Durante las tres horas que duró la comunicación, Hind rogaba que fueran a buscarla. “Más de cien veces lo dijo, una y otra vez”, explicaría después el vocero de la Medialuna Roja. Cuando por fin el ejército judío autorizó la entrada de la ambulancia, el contacto con los dos paramédicos que iban en ella se perdió, así como con la niña. Días después serían encontrados muertos junto al auto calcinado donde se apilaban los cadáveres de Hind, de Layan y de toda su familia.

Toda guerra incluye un enfrentamiento mediático. La poderosa máquina publicitaria israelita se empeña desde el 7 de octubre en hacer creer al mundo, como un analista señala, que la Resistencia palestina “es una pandilla de yihadistas”, y que quienes apoyan al pueblo palestino son “antisemitas”, equiparando el antisemitismo —una forma de xenofobia nacida en el imperio romano, prolongada por la iglesia católica y llevada al paroxismo por los nazis—, con el antisionismo —un régimen opresivo de la Palestina ilegalmente ocupada definido por la ONU como una forma de racismo y de discriminación racial, y como una amenaza para la paz y la seguridad del mundo por el Movimiento de Países No Alineados–. El sionismo utiliza la Shoah como una justificación absoluta. Al haber sufrido el Holocausto nazi, el genocidio palestino que Israel perpetra no puede ser tal. Cualquier crítica, condena o señalamiento ante las masacres de un pueblo inocente proviene de aquel episodio atroz y es una secuela de la misma persecución. Las acciones de Israel están más allá toda moral. Su martirio histórico le dio derecho.

La marca francesa de lujo Dior sustituyó a la modelo palestino-estadounidense Bella Hadid por sus comentarios en redes sociales defendiendo los derechos palestinos: “Me han enviado cientos de amenazas de muerte, se ha filtrado mi número de teléfono y mi familia se ha sentido en peligro. Pero ya no puedo seguir silenciada. El miedo no es una opción. El pueblo y los niños de Palestina, especialmente en Gaza, no pueden permitirse nuestro silencio. Nosotros no somos valientes, ellos lo son”, había escrito. En el festival italiano de San Remo el cantante italiano Ghali, hijo de padres tunencinos, al terminar su actuación declaró “Stop al genocidio” entre los aplausos del público. El embajador israelí calificó la declaración como vergonzosa y un llamado a difundir el odio antisemita. La RAI, televisión pública italiana trasmisora del evento, emitió a modo de disculpa un comunicado reiterando su solidaridad, “sentida y convencida”, con Israel y la comunidad hebrea. Nada dijo sobre los miles de palestinos asesinados hasta entonces. 

El judío argentino Sergio Pikholtz, presidente de la Organización Sionista Argentina, publicó un mensaje en redes sociales junto con un video de la organización palestina Hamás: “Como repetimos incansablemente, no hay civiles inocentes en Gaza, tal vez los niños de menos de cuatro años. Sin piedad con los asesinos de judíos. Venceremos”. Días después la anciana palestina Hala Khreis fue abatida por el ejército judío mientras caminaba trabajosamente por las ruinas de Gaza con su nieto de la mano y ondeando una bandera blanca. El niño parecía tener cinco o seis años. No era inocente. Mucho menos la abuela.

Tembeka Ngcukaitobi, abogado de la Suprema Corte de Sudáfrica, denunció a Israel por genocidio en Gaza ante la Corte Internacional de Justicia de la ONU, argumentando que la evidencia de ello —la muerte de más de 23 mil habitantes, el desplazamiento forzado de casi dos millones y la destrucción intencional y sistemática de sus asentamientos y ciudades— no sólo “es pavorosa sino también abrumadora e indiscutible”. Esa intención genocida y sus consecuencias “ha sido cultivada en el más alto nivel del Estado israelí”, declaró el abogado en la sesión de apertura de la Corte Internacional. Netanyahu negó los señalamientos y declaró que su gobierno combate a terroristas asesinos que cometieron crímenes de lesa humanidad, haciendo su mayor esfuerzo por evitar bajas civiles. “La hipocresía de Sudáfrica es un grito a los cielos”, dijo.

Al comentar lo que llama el “enigmático” silencio total de Herodoto sobre Israel, Simone Weil extiende la hipótesis de que cuando el errante pueblo monoteísta decidió entrar a Palestina, declarándola su tierra prometida, los guerreros de ese país se encontraban ausentes por haber partido a la guerra de Troya, pues los troyanos habían llamado en su ayuda incluso a pueblos muy lejanos al lugar de la mítica confrontación. “Los hebreos conducidos por Josué pudieron aplastar sin dificultades y sin necesidad de muchos milagros a unas poblaciones que no tenían defensa”. Cuando los guerreros palestinos regresaron la conquista hebrea se detuvo y las poblaciones que decían haber exterminado siguieron ahí. A pesar de Jehová, ese sicótico macho cabrío protector de la guerra y del poder que guiaba a su furioso rebaño. Hoy la historia parece repetirse. La crudelísima victoria del sionismo judío no ha logrado hasta ahora erradicar la resistencia palestina ni exterminar a esa nación. Y ni militar ni geopolíticamente parece que vaya a lograrlo. 

Según un reporte de The New York Times citado por David Brooks y Jim Cason, las protestas universitarias contra la guerra de Gaza exigiendo un cese inmediato al fuego, condenado las atrocidades cometidas por el ejército israelí ocupante y la complicidad de Washington en tales crímenes de guerra, son las más numerosas de los últimos 35 años. La alianza estudiantil entre jóvenes judíos y musulmanes ha provocado la reacción de los mismos ultraconservadores, sionistas y derechas republicanas y evangélicas que llevan años atacando la libertad académica, la independencia y la autonomía universitaria, buscando acabar con programas que aborden la diversidad, la inclusión y la visión crítica de la historia. Responsabilizándolas de las protestas, han hecho dimitir a las presidentas de Harvard y Pensilvania. Su lema es el mismo: “Toda crítica contra Israel es antisemitismo”. 

La Red Voltaire cita un estudio de investigadores estadounidenses publicado recientemente, Trading on Terror, donde se revela que inversionistas no identificados apostaron en Wall Street cinco días antes del ataque palestino a Israel del 7 de octubre por un derrumbe a corto plazo de las acciones israelíes. Sabiendo sin duda que el ataque tendría lugar, los inversionistas utilizaron esa información que se conoce como “delito de iniciado” o “abuso de información privilegiada”, un fenómeno idéntico al que sucedió antes de los ataques del 11S en Nueva York. Los inversionistas beneficiados entonces fueron identificados por el órgano regulador de las operaciones bursátiles estadounidenses, pero nunca se divulgaron sus nombres ni fueron sancionados. Estos tampoco lo serán.

Un artículo de Thierry Meyssan en esa misma publicación, “El supremacismo conduce inevitablemente al crimen”, muestra cómo Israel, “país que mostraba una larga tradición contradictoria, a la vez democrática y criminal”, se ha desplomado a partir de la locura de su clase dirigente, empeñada en erradicar a Hamás y desplazar mediante la fuerza a la población de Gaza; empeñada en el genocidio “en vivo y en directo” que el mundo presencia a través de las redes sociales. A través de un catálogo de declaraciones se muestra cómo numerosas personalidades israelíes responsabilizan de los crímenes de Hamás a todos los palestinos —definidos como “animales humanos” por el ministro de Defensa judío— y llaman a una guerra “total” tratando de llevar a la práctica el sueño histórico de los sionistas radicales: la expulsión de todos los palestinos o su eliminación física.  Estas son algunas de ellas: “Toda la preocupación en cuanto a saber si hay o no internet en Gaza muestra que no hemos aprendido nada. Somos demasiado humanos. ¡Quemen Gaza ahora, como mínimo! ¡No dejen entrar combustible! ¡No dejen entrar agua hasta que vuelvan los rehenes!” Diputado Nissim Vaturi, vicepresidente del parlamento de Israel. “Acordar parar la guerra por más tiempo sería un error que no indica otra cosa que debilidad. Tenemos que romper todas las negociaciones con Hamás y mirar al enemigo sólo a través de la mira de un fusil”. Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas. “Utilizar el arma atómica en Gaza es una solución, una opción. Los pobladores de la franja son como los nazis. No hay no combatientes en Gaza. Su población no merece recibir ayuda humanitaria. Ahí no hay gente no implicada”. Amichai Eliyahu, ministro de Patrimonio. “Gaza debe convertirse en un lugar donde ningún ser humano pueda vivir, y lo digo como un medio más que como un fin. Debe crearse una grave crisis humanitaria No hay otra opción para garantizar la seguridad del Estado israelí. Estamos luchando contra una guerra que amenaza nuestra existencia”. Giora Eiland, general ex jefe de Consejo de Seguridad Nacional.

Expertos jurídicos internacionales ya utilizan el concepto de “domicidio” perpetrado en Gaza, según informa Patrick Wintour, responsable de la información diplomática en The Guardian: la destrucción masiva de viviendas, infraestructuras, edificios públicos y religiosos para hacer inhabitable el territorio. Imágenes satelitales muestran una destrucción sistemática sin precedentes anteriores. El 1,8 millón de desplazados internos en Gaza viven hacinados en refugios de la ONU en el sur de la franja. Los daños no son un resultado colateral del combate contra Hamás sino parte de un plan para impedir que Gaza “se convierta en una sociedad semiviable en un futuro previsible”. 

“Nadie nos detendrá: ni La Haya, ni el eje del mal, ni nadie más”. Declaraciones de Benjamín Netanyahu ante la demanda de Sudáfrica contra Israel por crímenes de genocidio en Gaza y la exigencia de un alto al fuego inmediato.

Una nota de Reuters informa desde Jan Yunis en Gaza que más de mil niños palestinos mutilados a consecuencia de los ataques israelíes están en alto riesgo debido al colapso del sistema médico causado por el ejército ocupante. Amputados en una o ambas piernas, algunos también en los brazos, una cuarta parte de los miles de heridos palestinos por Israel son niños. La pierna izquierda de Noor de once años le fue arrancada en la explosión de un misil judío que impactó en su casa. Es muy probable que ahora deban amputarle la extremidad izquierda, en la que lleva una pesada barra de metal y cuatro tornillos perforados en el hueso. En Gaza quedan menos de la cuarta parte de los médicos y trabajadores de la salud que trabajaban ahí antes de la invasión. Han sido muertos, detenidos o desplazados. La falta de higiene debida a la cancelación de servicios básicos y la creciente escasez de equipos, insumos y medicamentos por el bloqueo del ejército ocupante han vuelto la situación desesperada.

Australia ha advertido sobre las “consecuencias devastadoras” que traerá la ofensiva israelí en Rafá, donde casi dos millones de civiles han sido forzados a desplazarse y están arrinconados sin otro lugar al cual ir, durmiendo en calles, escuelas y patios de hospitales. Sudáfrica ha exigido al tribunal de la ONU proteger los derechos de los palestinos atrapados. Youssef, un habitante del norte de Gaza obligado a dejar su ciudad con su familia para vivir en el patio de una escuela bajo una tienda de campaña, las cuales se alquilan en mil dólares y pocos pueden pagarlas, declaró a The Independent: “Todos dicen: ¿adónde podemos ir? ¿Dónde nos podemos esconder? No tenemos opción. Rafá es la última estación que nos queda”. En un inusual discurso Josep Borrell, el jefe de política exterior de la Unión Europea, denunció que “Netanyahu no escucha a nadie. ¿Van a evacuar a los civiles? ¿Adónde? ¿A la Luna?” Entretanto, prominentes obispos de la Iglesia anglicana exigieron que Israel detenga su “implacable bombardeo” en Gaza y denunciaron que esta guerra asimétrica y genocida “no puede justificarse moralmente”.

Mientras 123 millones de televidentes presenciaban el Supertazón y la prensa occidental mainstream se volcaba en una monumental cobertura mediática plagada de desmesuras y frivolidades, Israel lanzó una campaña aérea sobre Rafá y mató a casi 50 palestinos. Un día antes había asesinado 65 y al día siguiente aniquilaría a otros más. Declarada como “zona segura” por las mismas fuerzas de ocupación, el sadismo del Estado sionista sigue asesinando a sus habitantes, cuya cifra se acerca ya a los 30,000 muertos. Israel ha dicho que Rafá es la “última parada” en su guerra contra Hamás. Al hospital Al Najjar, uno de los pocos que siguen en pie, continúan llegando bolsas con restos de cuerpos despedazados por los bombardeos. Llevan números anotados en ellas. Son la cantidad estimada de personas que podrían estar en cada una. Resulta imposible identificarlas.

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