“Desde esta doble experiencia de la protesta artística y su enmudecimiento intelectual definía al payaso sagrado y su cometido social. El payaso es ‘el mensajero de un reino que quizá no exista… pero le permite percibir el prestigio ridículo de nuestra especie’. Y terminaba con un poema: ‘Aún no hemos nacido. / Aún no estamos en el mundo. / Aún las cosas no están hechas”.
