Impermanencia, dolor, no identidad
“No tenía dinero y debió regresar al teatro del sexo. Esa noche la torturaban los tacones. Pasaban veloces los autos delante de ella y el solitario viento callejero levantaba remolinos y papeles cuando un auto se detuvo a su lado. Beatriz leyó sus características, virtud de la experiencia: rico, refinadamente perverso, anónimo. Subió a él”.
Copia y pega esta URL en tu sitio WordPress para incrustarlo
Copia y pega este código en tu sitio para incrustarlo